Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación

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Lourdes
19 Junio 2016

Hna. Lourdes Loja - Ecuador

Me llamo Lourdes, soy  ecuatoriana,  en mi historia vocacional he descubierto que el  Señor se ha venido manifestando  desde pequeña,  crecí en un hogar católico, mis padres me regalaron el bautismo y  fueron los  que cultivaron en mí  la fe en Dios. Cuando tenía 9 años conocí a las hermanas de la Consolación, porque impartían clases de valores en  la escuela pública donde yo estudiaba. También  ellas recorrían todos los lugares de la parroquia El Valle,  entre reuniones con catequistas, visitas a las guarderías, asambleas con padres de familia,  convivencias, entre otros. Me atraía mucho el testimonio de vida de las hermanas, su cercanía, acogida, alegría,  entrega,  sencillez. Sus rostros reflejaban felicidad de pertenecer al Señor.  Solo después, comprendí que estos serían unos de los rasgos característicos de la hermanas de la Consolación.

Cuando tenía  16 años de edad,  mi mejor amiga y prima,  me comunicó que tenía  inquietud por la  vida religiosa  y que iba hacer una experiencia de discernimiento en la  casa de las hermanas y me dijo: “Te vienes conmigo” al instante no sabía que decir, después de unos segundos  mi respuesta fue: “si, yo voy contigo”  esta respuesta  quedó dando vueltas en mi mente y  mi corazón. Sentí algo  que no podía explicar, considero que así es el llamado de Dios, una fuerza que te arrastra, te impulsa a dejarlo todo y poner tu vida en manos del Señor  para que él disponga de acuerdo a su voluntad.

 Comuniqué a mi familia el deseo de ser religiosa,   ellos se opusieron rotundamente porque decían  que yo era  todavía menor para tomar una decisión de esa magnitud, además solo era un capricho y definitivamente necesitaba madurar más. De todas formas, hablé con  la madre Ángeles Violeta,  quien me  consoló diciendo que podía compartir con ellas los fines de semana hasta ser mayor de edad. Este tiempo me sirvió para conocer  más a las hermanas, para tener momentos de encuentros de oración a nivel  personal y comunitario,  e identificarme con el carisma de la Consolación, deseaba que el tiempo pasara rápido y llegó el  día 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, cuando hice el ingreso a la vida religiosa, después de haber esperado un año y varios meses. 

Ahora comprendo que la paciencia todo lo alcanza y que Dios me acompaña siempre.

 Al detenerme a mirar lo que Dios ha ido haciendo con mi historia vocacional, no puedo evitar sentirme profundamente agradecida con el Señor porque me llamó por mi nombre, me consagró y me mantiene fiel a esta alianza y me continúa diciendo” No tengas miedo, yo estoy contigo” para siempre.

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