Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación

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19 Junio 2016

Hna. Irma Jiménez Villanueva - Mexico

Hola, soy la Hna. Irma Jiménez Villanueva, de la Congregación de Hnas. de Nuestra Señora de la Consolación ,  y voy a contarles mi vocación ¿están preparados?


¿Cómo ha comenzado este camino? creo que desde siempre Dios tenía puesta su mirada en mí; ¿por qué lo digo? Porque he sentido a lo largo de mi caminar que Él nunca se ha apartado de mí. Me siento hija predilecta del Padre, por tantos dones recibidos por su infinita misericordia.


¿Cómo he descubierto que Dios me llamó? ¿Dónde?  ¿Por qué la certeza? El Señor se ha ido manifestando a lo largo de mi vida, en los vaivenes mismos, pero él se ha ido encargando de confirmarme que me quería para sí. Las circunstancias, las personas, su Palabra… en fin  “Él es y eso basta”.


Siempre me he sentido  bendecida por Dios al tener una familia muy piadosa, pues mi madre y mi abuela se han encargado de conducirme hacia la religión, he “respirado”, “mamado” y vivido  el conocimiento de Dios, me han ayudado a conocerlo aunque sea de oídas, esa ha sido mi experiencia de niña y joven. Después, en los grupos de oración carismática, le conocí más profundamente, más personalmente, ahí comenzó todo… toda la locura, porque así es descubrir al Señor, aceptar su invitación de seguirlo. 


Escuchar su Palabra, encontrarme con el  Dios vivo  a través de la  oración diaria, para mí fue una bendición, era saborear a ese Dios que se me hacía muy cercano, a pesar de las múltiples dificultades que en mi familia existían. Recuerdo que cuando estaba en la preparatoria, me soñaba en  lugares y con gente desconocida, sin rostro…  desconocidos, pero que me llamaban desde dentro  y me invitaban a volar a horizontes diferentes, eso anhelaba en mi corazón, sin saber que Dios ya me empezaba a llamar. Nunca supe que era eso de la vocación, solo experimenté muchas veces un desasosiego interior que no me dejaba, era una voz que me invitaba a estar con Él, a compartir todo lo mío  con Él.


Las frases vocacionales que continuamente escuchaba en los cantos: “ven que te llamo, ven que te necesito; si escuchas mi voz… ” Me invitaban a seguirle, hacían resonancia en mi corazón. Recuerdo también que en un retiro de jóvenes, unos religiosos que hacían misión en África nos invitaban a misionar,  yo sentía la urgencia de aceptar la invitación, mi madre me alentaba a irme, a apuntarme…. Pero yo dejaba pasar las oportunidades, porque en ese entonces estudiaba, y se me había metido en mi cabeza terminar mi carrera y después “lo que Dios quisiera….”  pero, esa Voz con el tiempo no se apagaba, me seguía, hacía eco en mi interior, no me dejaba en paz, seguía insistiendo.


 Muchas veces le decía a Dios con mi pensamiento, en la oración y después de comulgar: “espérame, déjame terminar mi carrera y después lo que tú quieras….”Sin saber porque lo decía por supuesto. Cuando terminé mi carrera y  empecé a trabajar, echaba en saco roto lo que le había dicho, pero Él seguía inquietándome por dentro, insistía… y escuchaba su Voz en las Eucaristías, en la Hora Santa a la que asistía en mi capilla,  sólo le decía que me esperara.  Hasta que un día, así sin más,  el Señor puso en mi camino a las Hnas de la Consolación, trabajaban para mi Parroquia de San Benito, en Monterrey  y a mi párroco se le ocurrió la gran idea de que trabajara  en equipo con ellas,   en la formación de coordinadores de nuestra  Parroquia.  Dios las ponía en mi camino y me ofrecía la oportunidad de relacionarme profundamente con las Hermanas de la Consolación; Dios ya tenía su Plan. Comencé mi  discernimiento  vocacional apoyada por ellas. Empecé a conocer a Dios de una manera diferente, en Comunidad, en la alegría de su entrega, en la oración comunitaria con las Hermanas, comencé a sentirme parte de ellas, y lo más maravilloso fue darle sentido a mi llamado, darle nombre a toda la inquietud que Dios ponía en mi corazón desde hacía mucho tiempo.


Un día descubrí que Dios  había esperado con mucha paciencia mi respuesta a su seguimiento, descubrí una paz profunda al compartir la vida con las Hnas. de la Consolación, con el acompañamiento  descubrí que éste era mi lugar y que era Él que me había apartado para que viviera y compartiera con mis Hermanas, creo que para Dios no existe el tiempo,  sabe   esperar hasta que  le respondamos. Dios tiene un tiempo para cada uno, y nos respeta en nuestra libertad, es paciente hasta que la semilla madure… y constato que cuando Dios habla, no hay poder humano que se resista a esa voz interior que seduce, como le sucedió a Jeremías (Jr 20,7) que aunque luchó no pudo resistirse a la Voz de Dios.


      Esta es mi historia que podría ser la tuya también si te dejas conquistar, seducir  por el Señor y no poner resistencia a ese llamado que te hará plenamente feliz como la ha hecho conmigo, pues ha llenado no sólo mi corazón, sino toda mi vida.


 A ti joven, que lees estas  líneas del paso del Dios vivo en mi historia, pero historia de salvación, te pregunto: ¿Él está presente en tu historia personal? ¿Qué te pide Dios hoy, aquí y ahora?  ¿Te has cuestionado alguna vez?, ¿has sentido la Voz de Dios que te llama  a algo distinto, audaz? pues no dejes pasar a Dios a tu lado sin pedirle que te bendiga. ¡Que te dé el Don de su llamado!

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