El eje vertebral que conduce toda la Encíclica del Papa Francisco, como lo vamos viendo a lo largo de sencillo recorrido que estamos haciendo de la Fratelli Tutti, es ciertamente el AMOR, el amor que nos hace sentir con,acercarnos, comunicarnos, ayudarnos, sentir al otro vecino a mí,hermano, en toda la extensión de la palabra, el amor que invade todas las dimensiones del ser humanos y todas las esferas sociales, que nos iguala en cuanto a goces y esperanzas, en cuanto a sueños con realidades de vida mejor para todos. “El amor hace posible todas las cosas”, “Si no tengo amor, nada soy…”, El amor hace posible el “diálogo social” al que el Papa nos invita.
“…los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombre de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”
No es fácil, también el Papa lo refleja en algunos núm. de FT, la luz que nos ilumina y nos da la clave, es la Palabra de Dios que marca las pautas de actuar de los discípulos de Cristo, en la parábola del Buen Samaritano:
Lc 10,25-35
“Un maestro de la Ley, que quería ponerlo a prueba, se levantó y le dijo: "Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Qué está escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?" El hombre contestó: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo". Jesús le dijo: "Excelente respuesta! Haz eso y vivirás!".
El otro, que quería justificar su pregunta, replicó: "¿Y quién es mi prójimo?". Jesús empezó a decir: "Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta de sus ropas, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto. Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vio, tomó el otro lado y siguió. Lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, tomó el otro lado y pasó de largo. Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio; pero éste se compadeció de él. Se acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó; después lo montó sobre el animal que él traía, lo condujo a una posada y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas y se las dio al posadero diciéndole: "Cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta". Jesús entonces le preguntó: "Según tu parecer, ¿cuál de estos tres fue el prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?" El maestro de la Ley contestó: "El que se mostró compasivo con él". Y Jesús le dijo: "Vete y haz tú lo mismo".
La parábola del Buen Samaritano suena tan relevante hoy en día como lo fue en los tiempos de Jesús. No nos permite encontrar justificación en nuestras racionalizaciones, pero nos dice “Anda y haz lo mismo”.