FT Nº 106 “Hay un conocimiento básico, esencial para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal: percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia. Si cada uno vale tanto, hay que decir con claridad y firmeza que “el sólo hecho de haber nacido en un lugar con menos recursos o menor desarrollo no justifica que algunas personas vivan con menor dignidad (…)”
Seguimos viendo en el Papa Francisco su gran preocupación por hacernos comprender que “todos somos hermanos” y estamos llamados a entendernos y tratarnos con “un amor universal que promueve a las personas”
Jesús indica en el evangelio de Juan la medida del amor universal: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros igual que yo os he amado” (Jn 15, 12).Con este mandamiento Jesús se propone a sí mismo como medida e invita a amar como él amó, hasta el punto de entregar o dejarse quitar el don más preciado: la vida.
Y ese amor de Jesús como Él lo propone es para todos, independientemente del lugar de procedencia, de las posibilidades, incluso de nuestro propio esfuerzo, por eso “vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (Mt 5,45) y tiene cuidado de todos como Padre: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? “(MT 6,26)
Jesús pensó a la humanidad como una gran fraternidad de iguales, como una comunidad de amigos, donde priman las relaciones de amor mutuo, de servicio, estas relaciones son las que hacen posible ese desarrollo integral, esos derechos humanos que nos recuerda el Papa.