Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación

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CHRISTUS VIVIT 24
CHRISTUS VIVIT 24

CRISTO VIVE “Renovar la experiencia del amor personal de Dios” 

El Papa Francisco presenta el crecimiento, como la segunda línea irrenunciable en la pastoral juvenil que realizamos en la Iglesia. 

Francisco insiste en la importancia de continuar ofreciendo a los jóvenes la posibilidad de una experiencia de Dios intensa más que encuentros de formación en lo que en ocasiones solo se tratan cuestiones doctrinales y morales. El Papa nos invita a cuidar que los jóvenes no pierdan “el fuego del encuentro con Cristo y la alegría de seguirlo” (CV 212) ¿Cómo son los encuentros que ofrecemos a los jóvenes? ¿Qué experiencias ofrecemos? 

Es nuestra responsabilidad centrar los encuentros con jóvenes en esta línea de crecimiento en una experiencia fundante de encuentro con Dios y “en el amor fraterno, en la vida comunitaria, en el servicio.” (CV 213) 

Así, “la pastoral juvenil debe incluir siempre momentos que ayuden a renovar y profundizar la experiencia personal del amor de Dios y de Jesucristo vivo”. Estamos viviendo unas circunstancias inéditas, la pandemia de la COVID-19, pero en medio de nuestro hoy, podemos seguir proponiendo, a los jóvenes, experiencias de encuentro con Dios, “a través de diversos recursos: testimonios, canciones, momentos de adoración y de reflexión espiritual con la Biblia e incluso a través de las redes sociales”. (CV 214) ¿Qué podemos hacer? ¿Qué podemos ofrecer?  

Nuestra pastoral debe ayudar a los jóvenes “a vivir como hermanos, a ayudarse unos a otros, a hacer comunidades, a servir a los demás, a estar cerca de los pobres” (CV 215). 

 

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HAY UN LUGAR HECHO PARA MÍ
HAY UN LUGAR HECHO PARA MÍ
He conocido tantos lugares y todos tan distintos…

La playa, donde el mar parece juntarse con el cielo, expresando una harmonía que solo ellos pueden transmitir. El sonido de las olas, grandes o pequeñas, en tormenta o en calma, acompañado por las gaviotas y los pies deslizándose por la arena.

El bosque, donde parece que la misma naturaleza te envuelve y casi sin quererlo te introduce en su frondosidad. Colores distintos, verdes, amarillos, rojos, marrones,… que hablan de diversidad y de posibilidad de expresión.

Ciudades donde el ruido, muchas veces, no deja espacio al silencio, a la calma. Ciudades donde reina el caos, el conflicto, la rutina. Ciudades habitadas por gente de distintas culturas, pero a veces también, amuralladas. Ciudades donde todo es posible, donde tiene cabida, el trabajo, el ocio y también la soledad.

Lugares… lugares que en definitiva también están en mí. Tengo espacios donde hay armonía, tengo zonas amuralladas y quizás dentro habita el conflicto. Tengo partes que deseo llenar de ruido, para huir del silencio que me ofrece el bosque. Lugares habitados por gente distinta, por la diversidad de dones,…

A todo esto me pregunto y te pregunto: ¿hay un lugar hecho para ti, para mí? Sí, pero no es fácil encontrarlo. Hay que buscar ese sitio en el que uno se sienta feliz con todas sus zonas, las de conflicto, las de silencio, las amuralladas, las de paz o armonía. Un lugar donde sean acogidas y acompañadas las zonas que están en obras y que a veces, también requieren soledad.

Yo he encontrado ese lugar. Ese sitio, para mí, se llama vida religiosa. Es ahí donde percibo que todas mis zonas tienen cabida. Es en la Congregación, en la comunidad, en la misión que se me da, en la relación con otros y con Otro, donde encuentro que ese lugar es para mí.

Hay tantos lugares y todos tan distintos… ¿Cuál es el tuyo?

Thais Mor Puig, nsc

 

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ENCONTRANDO EL PARA QUÉ DE MI VIDA
ENCONTRANDO EL PARA QUÉ DE MI VIDA

Estos días, sin quererlo, la vida se ha parado para todos, así de repente, casi sin darnos cuenta. El ruido y la vorágine rutinaria, han dejado espacio a muchas cosas: primero a los memes, los vídeos y después al silencio. Un silencio que me causa escalofrío, porque me asomo por la ventana y no oigo a los ancianos, no oigo a los niños y niñas, no oigo los pitidos de conductores impacientes,… Escucho algunas ambulancias, aplausos, la voz apagada de personas que están enfermas o que tienen a algún familiar en el hospital,… Es como una pesadilla de la que todos quisiéramos despertar y siento que cada día que pasa, es una batalla ganada, sobre todo para aquellos que están en primera línea.

Y en medio de todo esto, que ya se ha convertido en rutina, me planteo muchas preguntas y sobre todo la búsqueda del para qué de mi vida, el para qué de mi vocación. Me dan luz las palabras de José Mª Rodríguez Olaizola Sj., en una homilía de estos días de confinamiento. Él decía: “…ser capaces de hacer de nuestro tiempo un tiempo fecundo, para abrazar la verdad del Dios de la misericordia”.

Creo que el “para qué” de mi vida, de mi vocación, es hacer fecundo mi tiempo, el ahora y el mañana, el tiempo que se me permita vivir. Y hago o intento hacer fecundo mi tiempo desde la realidad en la que ahora estoy y tengo. Y lo puedo hacer fecundo estando cerca del que sufre, agradeciendo a tantos que cuidan nuestra salud, rezando por todos, haciendo mi trabajo, escuchando el silencio provocado por el dolor o compartiendo la alegría de la recuperación, la alegría de una vida que nace en medio de este contexto, la alegría de saber que otros me escuchan a mí.

Y así hago fecundo mi tiempo y abrazo la verdad del Dios de la misericordia y de toda consolación. Porque aunque en esos momentos dudemos de Él, Él nos sigue abrazando con misericordia.

Thais Mor Puig, nsc

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¿DÓNDE ESTÁS?
En las primeras páginas de la Biblia encontramos esta pregunta en boca de Dios, de hecho es la primera vez que Dios habla después del proceso de la Creación. En esa relación inicial de Dios y la persona humana, Dios busca al hombre y a la mujer con deseos de amistad e intimidad.
Es curioso que esta misma pregunta aparece muchas veces a lo largo de toda la Biblia en boca de los que buscan a Dios. En momentos de dificultad, de soledad, de dudas… gritamos pidiendo ayuda de lo alto y con gran necesidad de “ver” a Dios actuando en nuestra vida.
Dios busca a la persona humana y ésta busca a Dios, y yo no sabría decir quién de los dos busca más al otro. La pintura de Miguel Ángel sobre la Creación en la Capilla Sixtina es una muestra de ello, Dios y la persona están muy, muy cerca, solo les separa un espacio de libertad y voluntad, sólo que uno de ellos mueva un poco la mano ya se tocan, ya se encuentran. Entonces ¿por qué es tan difícil que se encuentren si en los dos hay deseo?
Éste es precisamente el objetivo de hoy, provocar la pregunta ¿dónde estoy yo? y ¿dónde está el Dios de la Vida?. Que sepamos “ver” y reconocer a Dios a nuestro lado en la vida cotidiana y provocar el encuentro.
¿Te atreves a buscar? ¿te atreves a dejarte encontrar?.
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CHRISTUS VIVIT 25
CHRISTUS VIVIT 25
CRISTO VIVE “Acercar a los jóvenes a Cristo y a la Iglesia”
El Papa, considera que “vosotros mismos jóvenes sois agentes de pastoral juvenil, acompañados y guiados, pero libres para encontrar caminos siempre nuevos con creatividad y audacia”. (CV 203) La responsabilidad de los mayores es caminar a vuestro lado, acompañaros en este camino de crecimiento y de comunicación de vuestra experiencia.
Se trata de poner en juego la sabiduría que tienen los jóvenes para entender a sus iguales, ellos conocen la sensibilidad, el lenguaje y los problemas de los jóvenes.
Actualmente, “la pastoral juvenil necesita adquirir otra flexibilidad, y convocar a los jóvenes a eventos, a acontecimientos que les ofrezcan un lugar donde no solo reciban una formación, sino que también les permitan compartir la vida, celebrar, cantar, escuchar testimonios reales y experimentar un encuentro comunitario con el Dios vivo”. (CV 204)
Reflexionemos, valoremos, hagamos autocrítica y recojamos todas aquellas experiencias que han sido realmente atractivas para “acercar a los jóvenes a Cristo y a la Iglesia, para comunicar la alegría del Evangelio”. (CV 205) ¿Qué podemos hacer cada uno en nuestra situación para hacerlo realidad?
La pastoral juvenil solo puede ser sinodal si caminamos juntos, valoramos los carismas, nos encaminamos hacia una Iglesia participativa y corresponsable, capaz de valorar la riqueza de la variedad, que acoja con gratitud el aporte de los laicos, de la vida consagrada masculina y femenina, de los grupos, asociaciones y movimientos. “No hay que excluir a nadie, ni dejar que se autoexcluya”. (CV 206)
Aprendiendo unos de otros, haremos realidad la Iglesia de Jesucristo. Ella puede atraer a los jóvenes porque “es un entramado de dones variados que el Espíritu derrama incesantemente en ella, haciéndola siempre nueva a pesar de sus miserias”.  (CV 207)
¿Me creo que los jóvenes tienen tanto que aportar a la Iglesia? ¿Confío en ellos? ¿Estoy dispuesto a acompañarlos y guiarlos, sin excluir a nadie? 
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AMAR ES DE VALIENTES
AMAR ES DE VALIENTES

Dicen que amar no es un juego, amar es comprometerse. Dicen que amar duele, pero que también te llena de vidas, de historias. Dicen que amar es una batalla que solo luchan aquellos que no tienen nada que perder, los que quieren apostar por algo más. Dicen que amar es un baile entre el perder y el ganar. Dicen que amar nos hace libres y humildes.

Amar no es fácil, pero nadie ha dicho que sea imposible. Por eso creo que amar es de valientes.

Hay que ser valiente para amarse a uno mismo. Amar el propio corazón, que a veces se acostumbra a vivir golpeado y ser capaz de mirar esa herida con cariño, para convertirla en cicatriz.

Hay que ser valiente para amar a alguien de verdad, porque a veces tendremos que renunciar a aquello que nos gusta o dejar nuestros propios intereses a un lado. Nos tocará acoger sus cansancios, su mal humor, sus batallas,... y en alguna ocasión tendremos que dejarle marchar. Amar duele y es verdad, porque a veces ganamos, perdiendo. 

Amar me llena el corazón de nombres, de instantes que duran para siempre, de recuerdos inolvidables, de batallas ganadas, de heridas cicatrizadas,…

Es verdad, amar es de valientes, amar es arriesgarte, dar un salto de fe muchas veces en un mar de dudas e incertidumbres. Amar es lo que da sentido a la vida, entregando ese amor muy humano y a la vez muy divino,  es capaz de aliviar, sanar, consolar en la medida en que nos entregamos totalmente, sin miedo, a amar.

Por eso, amar es de valientes, ¿te atreves?

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