CRISTO VIVE “Renovar la experiencia del amor personal de Dios”
El Papa Francisco presenta el crecimiento, como la segunda línea irrenunciable en la pastoral juvenil que realizamos en la Iglesia.
Francisco insiste en la importancia de continuar ofreciendo a los jóvenes la posibilidad de una experiencia de Dios intensa más que encuentros de formación en lo que en ocasiones solo se tratan cuestiones doctrinales y morales. El Papa nos invita a cuidar que los jóvenes no pierdan “el fuego del encuentro con Cristo y la alegría de seguirlo” (CV 212) ¿Cómo son los encuentros que ofrecemos a los jóvenes? ¿Qué experiencias ofrecemos?
Es nuestra responsabilidad centrar los encuentros con jóvenes en esta línea de crecimiento en una experiencia fundante de encuentro con Dios y “en el amor fraterno, en la vida comunitaria, en el servicio.” (CV 213)
Así, “la pastoral juvenil debe incluir siempre momentos que ayuden a renovar y profundizar la experiencia personal del amor de Dios y de Jesucristo vivo”. Estamos viviendo unas circunstancias inéditas, la pandemia de la COVID-19, pero en medio de nuestro hoy, podemos seguir proponiendo, a los jóvenes, experiencias de encuentro con Dios, “a través de diversos recursos: testimonios, canciones, momentos de adoración y de reflexión espiritual con la Biblia e incluso a través de las redes sociales”. (CV 214) ¿Qué podemos hacer? ¿Qué podemos ofrecer?
Nuestra pastoral debe ayudar a los jóvenes “a vivir como hermanos, a ayudarse unos a otros, a hacer comunidades, a servir a los demás, a estar cerca de los pobres” (CV 215).
Estos días, sin quererlo, la vida se ha parado para todos, así de repente, casi sin darnos cuenta. El ruido y la vorágine rutinaria, han dejado espacio a muchas cosas: primero a los memes, los vídeos y después al silencio. Un silencio que me causa escalofrío, porque me asomo por la ventana y no oigo a los ancianos, no oigo a los niños y niñas, no oigo los pitidos de conductores impacientes,… Escucho algunas ambulancias, aplausos, la voz apagada de personas que están enfermas o que tienen a algún familiar en el hospital,… Es como una pesadilla de la que todos quisiéramos despertar y siento que cada día que pasa, es una batalla ganada, sobre todo para aquellos que están en primera línea.
Y en medio de todo esto, que ya se ha convertido en rutina, me planteo muchas preguntas y sobre todo la búsqueda del para qué de mi vida, el para qué de mi vocación. Me dan luz las palabras de José Mª Rodríguez Olaizola Sj., en una homilía de estos días de confinamiento. Él decía: “…ser capaces de hacer de nuestro tiempo un tiempo fecundo, para abrazar la verdad del Dios de la misericordia”.
Creo que el “para qué” de mi vida, de mi vocación, es hacer fecundo mi tiempo, el ahora y el mañana, el tiempo que se me permita vivir. Y hago o intento hacer fecundo mi tiempo desde la realidad en la que ahora estoy y tengo. Y lo puedo hacer fecundo estando cerca del que sufre, agradeciendo a tantos que cuidan nuestra salud, rezando por todos, haciendo mi trabajo, escuchando el silencio provocado por el dolor o compartiendo la alegría de la recuperación, la alegría de una vida que nace en medio de este contexto, la alegría de saber que otros me escuchan a mí.
Y así hago fecundo mi tiempo y abrazo la verdad del Dios de la misericordia y de toda consolación. Porque aunque en esos momentos dudemos de Él, Él nos sigue abrazando con misericordia.
Thais Mor Puig, nsc
Dicen que amar no es un juego, amar es comprometerse. Dicen que amar duele, pero que también te llena de vidas, de historias. Dicen que amar es una batalla que solo luchan aquellos que no tienen nada que perder, los que quieren apostar por algo más. Dicen que amar es un baile entre el perder y el ganar. Dicen que amar nos hace libres y humildes.
Amar no es fácil, pero nadie ha dicho que sea imposible. Por eso creo que amar es de valientes.
Hay que ser valiente para amarse a uno mismo. Amar el propio corazón, que a veces se acostumbra a vivir golpeado y ser capaz de mirar esa herida con cariño, para convertirla en cicatriz.
Hay que ser valiente para amar a alguien de verdad, porque a veces tendremos que renunciar a aquello que nos gusta o dejar nuestros propios intereses a un lado. Nos tocará acoger sus cansancios, su mal humor, sus batallas,... y en alguna ocasión tendremos que dejarle marchar. Amar duele y es verdad, porque a veces ganamos, perdiendo.
Amar me llena el corazón de nombres, de instantes que duran para siempre, de recuerdos inolvidables, de batallas ganadas, de heridas cicatrizadas,…
Es verdad, amar es de valientes, amar es arriesgarte, dar un salto de fe muchas veces en un mar de dudas e incertidumbres. Amar es lo que da sentido a la vida, entregando ese amor muy humano y a la vez muy divino, es capaz de aliviar, sanar, consolar en la medida en que nos entregamos totalmente, sin miedo, a amar.
Por eso, amar es de valientes, ¿te atreves?