Aceptar el desafío de “vivir el presente con pasión”, es redescubrir cada día la alegría de ser consolación. Ir aprendiendo a leer la realidad con la mirada de Dios que cada mañana sopla a los oídos su Palabra y esta no vuelve sin producir sus frutos. Vivir este presente con pasión e alegría pide conservar un corazón enamorado, que vislumbre un horizonte de esperanza, pero la esperanza del verbo esperanzar y no de esperar. La esperanza que nos coloca en movimiento, en salida, que nos impulsa a no desistir, y sí a conservar una mirada y un corazón de mujer “con-sagrada” “en salida” para la montaña de Dios y la planicie de la vida.

   Imbuida de este Espíritu de Jesús es posible encarnar y servir con grande alegría y generosidad, el “magis” del Evangelio, en la confianza de que nuestro hacer, se trata de un “hacerse” prójimo aquellos a quien somos enviadas, por ello, es preciso apropiarse de esta alegría carismática para sentirse responsable por ella, pues solo así, la llama de vida del Carisma continua encendida no por nuestros méritos y si, gracias a la fidelidad de Dios.

   Que Nuestra Señora de Aparecida en este Año Mariano en que el Brasil conmemora sus 300 años de bendiciones, nos enseñe a vivir la alegría de ser Consolación con una vida más evangélica y una misión inseparable de la vida.